Cuántos comentarios ha provocado la aparición del Jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, en el programa matutino de revista “Hoy”, conducido por Andrea Legarreta, Ernesto Laguardia y Anete Cuburu, en Televisa. Y no es para menos: no todos los días se ve a un político del nivel de Ebrard hacerla de patiño de lujo en una emisión televisiva sin más sustancia que “el mundo del espectáculo”, y enfocada principalmente al público femenino. Sin duda un hecho raro para quienes lo vieron (por razones de horario, pero principalmente por salud mental, yo no veo ese programa).
¿Raro, dije? Tal vez años atrás, cuando la política era seriedad, solemnidad incluso. Pero una consecuencia funesta entre las muchas que trajo el arribo del PAN a la Presidencia con Vicente Fox, es esta degradación del ejercicio político, la frivolización de la vida pública hasta rebajarla a mero reality show. Recuérdese los innumerables ejemplos de la estulticia foxista que dieron al traste con la escasa dignidad que aun le quedaba al oficio político: toallas de 4 mil pesos, el beso frente al Vaticano, el “comes y te vas”, el “y yo por qué”. Ejemplos sobran, lo que en realidad importa es que los panistas se encargaron de convertir a la política mexicana en vodevil, en vacilada, en candelero mediático de mediocres y cínicos.
Lo triste del caso es que Marcelo Ebrard se encargó de dejarnos claro que esta concepción repugnante de la política ya no es privativa de los azules. Ahora uno de los políticos progresistas más influyentes de México es también “una estrella más” del canal de Azcárraga. Y además hornea galletas.
¿Qué decirle a los cientos de miles de electores de izquierda que presenciaron atónitos el bochornoso espectáculo? Con justa razón se indignan ante el perverso juego de la televisora más grande de México, que exhibe morbosamente a Ebrard para denigrarlo, para mandar la señal de que “todos son iguales”, de que “ya entró al aro”. Y para desmoralizar a quienes están convencidos de que a pesar de todo, Marcelo tiene ética, tiene dignidad y está muy por encima de otros pseudopolíticos que no tienen empacho en acudir a programas de revista a bailar colofox o a ser blanco de chistes baratos.
Se equivocó Marcelo, ni hablar. Pero más se equivocan quienes piensan que apostándole al morbo y a la “política” de vodevil, es más fácil lavarle el cerebro a la gente. No a mí, por lo menos.
Tilichero: ¿Creería Alejandro Martí hace 100 días que “ahora sí” las cosas iban a cambiar? No conoce a nuestros políticos…